miércoles, 10 de marzo de 2010

¿Qué tan indefinida está la crítica de arte?

¿Qué tan indefinida está la crítica de arte?

Si tuviera que hacer un dibujo de la crítica de arte actual, haría una hydra, con sus tradicionales siete cabezas. La primera cabeza sería el catálogo de ensayo. El buen comisionado para galerías comerciales. (debe aclararse que esos catálogos de ensayo no son crítica de arte) porque están destinados a ser elogiosos. Pero esto formula una pregunta: ¿si esto no es crítica de arte, entonces qué es? La segunda cabeza es el tratado académico, el cual presenta una gama de referencias de filosofía oscura, de Bakhtin a Buber y de Benjamin a Bourdieu. Esta es la tarjeta común de ataques conservadores. La tercer cabeza es la crítica cultural, en la cual las bellas artes y las imágenes populares se han licuado, por medio de la crítica de arte para convertirse en un delicioso platillo. La cuarta cabeza es el discurso conservador, en el cual el autor declama de cómo debería ser el arte. La quinta cabeza es el ensayo de los filósofos, donde el autor demuestra la lealtad del arte o la desviación desde selectos conceptos filosóficos. La sexta cabeza es la crítica de arte descriptiva, la más popular de acuerdo al examen de la Universidad de Columbia: esto apunta a ser entusiasta pero no crítico y traer a los lectores a un recorrido en la imaginación, a las piezas de arte que podrían nunca llegar a visitar. La séptima cabeza es la crítica de arte poética, en la cual el texto en sí mismo es lo que cuenta.
Es muy difícil criticar a la crítica.
Estas son mis siete cabezas de la hydra, podrían ser más. Si estuviera construyendo una larga lista, el siguiente asunto a tratar serían los estamentos y manifiestos hechos por los artistas, los cuales han funcionado como crítica de arte desde Boccioni hasta Robert Morris. O podría estar tentado a agregar grandes partes de la historia del arte, especialmente historiadores quienes estuvieron cautivos en la abogacía (Aby Warburg, Max Dvorak, Max Friedlaender) o quienes a veces fueron débiles ante el placer de la estética (Bernard Berenson, Roberto Longhi, Frederick Hartt). Pero siete cabezas son suficientes para una bestia.

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